UN VIRREY EN APRIETOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

20.09.2022 15:44

               

                Los reinos y señoríos de la extensa Monarquía hispánica de los Austrias ofrecieron grandes oportunidades de promoción y engrandecimiento a la nobleza a su servicio. Miembro de una destacada casa nobiliaria, el barcelonés don Gastón de Moncada fue virrey de Cerdeña entre 1590 y 1595. Bajo su mandato, se celebraron Cortes o Parlamento de aquel reino de 1592 a 1594, en las que el servicio al rey se acrecentó en 25.000 ducados, alcanzando la suma de 125.000. Don Gastón se vanaglorió de tal resultado, y ante el Consejo de Aragón también se preció de mantener pacífico el reino sardo, de torrear las marinas frente a los corsarios musulmanes, de avanzar las principales fortificaciones, de aumentar el real patrimonio y de asentar con mayor firmeza el arbitrio frumentario sobre la exportación de cereal.

                Su suegro don Miguel de Moncada había sido su antecesor en el virreinato, que había ejercido hasta dos veces. Cuando enfermó, don Gastón se ocupó de la inspección o visita de las amenazadas marinas y de las principales ciudades de Cerdeña, lo que le ocasionó importantes gastos. Ya le había costado bastante dinero el trasladarse desde Valencia con su mujer, hijos, resto de la familia y casa. Al no recibir ayuda de costa, su situación económica era apurada. Dijo haber consumido toda su hacienda, además de los 2.200 ducados de renta perpetua que en Nápoles tenía vinculados su esposa doña Catalina de Moncada. Tuvo que venderla, con la licencia del rey, sin reparar en el daño que a ella se le infringía.

                En vista de ello, pidió al Consejo de Aragón la merced de un salario anual de virrey de Cerdeña, de 3.000 ducados, con carácter suplementario. Los consejeros aceptaron su ruego el 28 de febrero de 1593 y consideraron la merced como una ayuda de costa, aunque ya se le habían concedido 1.000 escudos o 1.173 ducados de ayuda cuando se trasladó. Aprobaron, pues, 2.000 escudos (2.346 ducados), la mitad como salario y la mitad sobre el arbitrio frumentario.

                Obtener tales fondos no fue sencillo, pues el 11 de julio el tesorero del reino de Cerdeña tomaría 1.000 ducados de las sacas de las cosas o productos vedados, las composiciones e incluso del servicio aprobado por el Parlamento. Aun así, la situación continuaba sin arreglarse a 3 de junio de 1594 por la falta de pago.

                Meses después, en febrero de 1595, supo de la muerte de su padre el marqués de Aytona don Francisco de Moncada y Cardona. Pidió ser relevado del virreinato para atender los asuntos de su casa. Esgrimió el buen estado en el que dejaba el reino, y sugirió que el gobernador de Cagliari don Jaime de Aragall podía quedar como presidente mientras venía el nuevo virrey.

                A 15 de mayo volvió a pedir licencia para marchar al Consejo de Aragón, que por cartas particulares dirigidas a su madre doña Lucrecia Gralla (mostradas por su hermano don Hernando) supo que no tenía más remedio que permanecer en Cerdeña hasta que recibiera otro destino. Tal era su situación económica.

                El Consejo condescendió, recomendando al rey que dilatara su relevo. Se aceptó, por otra parte, su parecer sobre la presidencia del reino en el ínterin. Don Gastón lo agradeció a 10 de junio, sin abandonar Cerdeña en la estación del año de mayor peligro corsario. De paso se enorgulleció de mejorar la trata de trigo y de arrendar con beneficio las atunaras del real patrimonio a los mercaderes, con acuerdo de la Audiencia. Quería acreditar que sus aprietos no eran el fruto de su incapacidad como gestor, sino de su puntual servicio al monarca. Consciente del valor y de los apuros de aristócratas como él, el gobierno de Felipe III le encomendaría más tarde el virreinato de Aragón.

               Fuentes.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Consejo de Aragón, Legajos 1048, nº 002.