UNA FIESTA EUROPEA Y MUNDIAL, EL 14 DE JULIO.

13.07.2016 22:26

                

                La toma de la Bastilla un 14 de julio de 1789 es uno de los hechos más potentes e icónicos de la Historia de la Humanidad. Es el símbolo del final de un tiempo y el comienzo de otro, en el que las libertades son reivindicadas. La revolución que estalló aquel año en Francia tuvo repercusiones europeas y mundiales que no podemos ignorar y más allá de exaltaciones nacionalistas desde HISTORIARUM queremos valorar el impacto revolucionario en distintos países a través de la opinión de varios de nuestros colaboradores habituales.

                Gian Franco Bertoldi.

                Antes de 1789 los italianos se encontraban tan divididos como en 1492 e igualmente subordinados a poderes exteriores. Sus aspiraciones a la unidad se circunscribían a unos grupos minoritarios y su vida pública acusaba la preponderancia de las aristocracias de distinta laya. El impulso de modernización cultural del Renacimiento parecía pasado.

                Sin embargo, los italianos estaban atentos a lo que sucedía en el resto de Europa y la Revolución causó una honda impresión en muchos. Para una Italia atrapada en contradicciones seculares supuso un notable desbloqueo a medio plazo. La aventura napoleónica, hija de la Revolución a pesar de los pesares, no se explicaría sin la aspiración a la grandeza de no pocos hijos de Italia. La obra de Bonaparte encontró en muchos puntos de Italia un terreno abonado, que la Restauración de 1815 no conseguiría anular. El impulso de la Italia contemporánea arranca de 1789.

                Verónica López Subirats.

                Antes de 1789 los ilustrados europeos concebían el mundo islámico en términos de amenaza y de despotismo. Los temibles turcos capaces de anegar la Cristiandad habían dado paso a unos persas más sosegados cuya única ley era la de su supremo gobernante. Desde esta perspectiva, los países musulmanes eran un medio para exigir mayor respeto a los cuerpos de gobierno intermedios en Europa a fin de corregir la deriva absolutista.

                La Revolución ocasionó en el continente europeo una oleada de guerras en las que se aquilató el nacionalismo y se pusieron las bases del colonialismo imperialista decimonónico. Las agresiones francesas y de otros despertaron la furia de muchos musulmanes e iniciaron un debate llamado a perdurar, el de mantenerse fieles a los orígenes o el de renovarse para vivir. Dentro del imperio otomano, de gran complejidad cultural y social, no pocas personas siguieron con atención los sucesos de Francia. Los griegos fueron de los primeros pueblos que dieron el grito de combate, pero los egipcios los seguirían en breve, lo que demuestra que los puentes entre los pueblos han permanecido más expeditos de lo que se ha reconocido a veces.

                Carmen Pastor Sirvent.

                Los alemanes han estado dramáticamente marcados por la experiencia nazi, que tanto baldón ha ocasionado a la Humanidad. Aunque Hitler se declarara admirador de Federico el Grande de Prusia, este singular monarca mantuvo una buena relación con Voltaire, cuya chispa irónica e inteligente poco tiene que ver con la cerrazón nacionalsocialista. En el siglo XVIII hubo una Alemania ilustrada que con el tiempo miró con simpático interés el desarrollo de la Revolución y en parte la aceptó a través del régimen napoleónico.

                Aquella Alemania se encontraba encuadrada en el Sacro Imperio Romano Germánico, que pese a su magnificente nombre albergaba una gran cantidad de Estados entre los que sobresalían los dominios de los Habsburgo, a los que llamamos el imperio austriaco. El despotismo ilustrado de José II provocó serias alteraciones en varios de sus territorios, como los Países Bajos del Sur (núcleo de la moderna Bélgica). El deseo de reformas y las contradicciones de las monarquías ilustradas no solo residían en Francia, lo que avala la dimensión europea de la Revolución.

                Cuando se cortó la cabeza a Luis XVI y a su esposa, la austriaca María Antonieta, se quebró por completo el precario entendimiento entre Austria y Francia, que Napoleón a su modo trataría de restablecer, y comenzaron una serie de guerras que acreditaron los problemas de los Estados alemanes, la necesidad de reformas y la aparición del moderno nacionalismo de la mano de autores como Fichte. Los patriotas alemanes fueron liberales convencidos y no presagiaron a los siniestros seguidores de Hitler, que siempre negaron el mensaje de la Ilustración. Desde este punto de vista, 1789 es el comienzo de la Alemania democrática que al final ha conseguido sobrevivir a las tormentas de la Historia.

                Antonio Parra García.

                Los españoles nos hemos sentido diferentes del resto de los europeos en más de una ocasión. Se diría que los Pirineos han sido algo más que una mera cordillera que por los azares de la Historia ha marcado la división hispano-francesa. Durante un tiempo se estudiaba en nuestros centros educativos que España había llegado tarde a todo movimiento de renovación cultural europeo, en el caso de llegar. La Revolución no había empapado los vasos capilares de un país dominado por nobles y sacerdotes contrarios a toda innovación.

                Un estudio más atento del reinado de Carlos IV y de nuestra guerra de la Independencia ha clarificado los orígenes del liberalismo en España. La Revolución tuvo seguidores entre nosotros, pese a que se tuvieran que conducir con reserva durante años, como muchos revolucionarios italianos y alemanes.

                La España del siglo XIX y de una buena parte del XX es incomprensible sin la referencia a la Revolución de 1789 desde muchos puntos de vista. Los republicanos compararon sin rubor en la década de 1920 la Revolución Rusa con la Francesa en clave de mito de transformación social. Cuando se proclamó en Barcelona la República en 1931 se hizo a los acordes de la Marsellesa, un gran símbolo de libertad como bien puso de manifiesto la notable Casablanca.

                James Really.

                Los ingleses ya habían hecho su revolución un siglo antes que los franceses y casi un siglo después tuvieron unos alumnos aplicados en sus colonos de la América del Norte, que pusieron en pie un sistema político que todavía perdura y que ha sugestionado a todos los pueblos de las Américas. Desde este punto de vista, el Brexit parecería justificado, ya que los continentales poco tuvieron que ofrecer a los espabilados habitantes de las islas Británicas.

                Todo ello sería tan simple como reduccionista. La Revolución Francesa apasionó a británicos y estadounidenses por igual. La enemiga británica hacia Francia, de hondas raíces, no borró la fascinación que tuvo para varios británicos, como los irlandeses, lo acontecido al otro lado del Canal. Sin el poderoso mensaje de renovación liberal de 1789 es muy probable que tanto Gran Bretaña como los Estados Unidos no hubieran pasado de oligarquías liberales poco proclives a la democracia, algo por lo que hoy en día se recuerda la Revolución Francesa.

                Mijail Vernadsky.

                Rusia parece de otro planeta para algunos. Su Revolución estuvo marcada a la postre por la violencia y los excesos de un Estado autoritario que no respetó los derechos de la ciudadanía. Sin embargo, la Revolución Francesa también degeneró en tiranía y expansionismo hasta tal punto que algunos autores han querido descubrir una morfología de las revoluciones como si del teorema de Pitágoras se tratara.

                El impulso hacia el cambio que se vivió en el angustioso 1917 en parte tenía sus raíces en 1789. La propia zarina Catalina la Grande fue a su manera una gobernante ilustrada, así como Alejandro I, que durante un tiempo fue aliado de Napoleón. Este mismo zar hizo jurar a los españoles residentes en su imperio la Constitución de 1812. Por desgracia para Rusia el impulso liberal no fue lo suficientemente fuerte en el siglo XIX y condujo al resultado por todos conocido del XX. A comienzos del XXI el mensaje de Libertad, Igualdad y Fraternidad es muy necesario en un gigantesco país en el que los derechos de sus ciudadanos tienen que corresponder con su enorme capacidad humana marcada por la generosidad, la entrega y la creatividad.

                Dedicado a todas las víctimas de la barbarie terrorista que quiere borrar el significado de 1789.