UNA LEYENDA SOBRE LA BATALLA DE RONCESVALLES.
“Andados veintisiete años del reinado de don Alfonso el Casto, que fue en la era de 844, cuando andaba el año de la Encarnación de 806 y el del imperio de Carlos en el doce, el rey don Alfonso, al ver que era viejo y de muchos días, envió un emisario discretamente a Carlos, emperador de los romanos y alemanes y rey de los franceses. Como él no tenía hijos, si deseara venir a ayudar contra los moros, que le daría el reino. El emperador además estaba en guerra con los moros, pues habían conquistado España, pasado los montes Pirineos y ganaron Provenza, Burdeos, Poitiers y gran parte de Francia, y conquistaron toda Aquitania excepto muy poco. Mas el emperador los fue echando de la tierra y empujándolos, de manera que les ganó más allá de los montes Pirineos en Celtiberia una tierra que llaman Cataluña, que era de los godos de España. Y dice don Lucas de Tuy que ganó además en esta ocasión Gascuña y Navarra.
“Y pese a que tenía mucho que hacer en aquella tierra con los moros, prometió a los emisarios del rey don Alfonso que le ayudaría. Cuando los emisarios retornaron ante el rey, y los ricos hombres supieron el hecho, les pesó mucho y aconsejaron al rey que revocase lo que le enviara decir al emperador. De lo contrario, lo echarían del reino y escogerían otro señor, pues más querían morir libres que ser tan mal andantes en servidumbre de los franceses. Y el que más fuerte y más recio se mostró en esta cosa fue su sobrino Bernardo, a pesar que desconocía cómo el rey prendiera a su padre, que no lo osaba decir nadie.
“Y aunque le pesó mucho al rey, lo hizo y envió después a sus emisarios al emperador, revocándole lo prometido. Carlos, cuando lo oyó, estalló en ira contra el rey porque le mintiera y se desdecía, amenazándole fuertemente. Y aún dice don Lucas de Tuy que le envió su carta en que le decía que se sometiese a su señorío y fuese su vasallo. Bernardo, cuando lo oyó, se enojó mucho y con el pesar que tuvo tomó una gran partida de la caballería del rey y se dirigió a un moro de nombre Marsil, que era rey de Zaragoza, con quien tenía guerra el rey Carlos, para ayudarle contra él.
“El rey Carlos dejó entonces de guerrear a los moros y enderezó su hueste contra esos pocos españoles que se mantenían firmes. Y dice don Lucas de Tuy que en llegando cercó Tudela y la hubiera tomado si no fuere por la traición que le hizo un conde de su compañía, llamado Galarón, que era de consejo de los moros. Entonces él se marchó de allí y se dirigió a Nájera y la tomó, y fue al monte llamado Jardino que se encontraba bien poblado y lo tomó, y dejó sus guarniciones en la tierra y marchó contra España.
“Y cuando llegó a las montañas de España donde moraban unos pocos cristianos que escaparon de la espada de los moros, con el gran miedo y gran espanto que tuvieron del emperador, pidieron merced a Dios llorando, que los defendiera de él, porque no pensaban vivir más: lo uno porque eran pocos y castigados por la destrucción de los moros, y lo otro porque iba contra ellos un gran señor tan poderoso como aquél. Mas cuando lo supieron en Asturias, en Álava y en Vizcaya, en Navarra y en Ruconia -esta es Gascuña- y en Aragón, dijeron todos de un corazón que más querían morir que no entrar en servidumbre de franceses. Y se unieron todos alrededor del rey don Alfonso, y salieron contra el emperador Carlos.
“El emperador dejó una partida de su hueste al pie de los montes Pirineos, que son los de Roncesvalles, que guardasen la zaga; y él se fue por un valle que hoy en día es llamado el valle de Carlos, y guió por allí su hueste, porque era la subida más llana de todos los montes Pirineos; y subieron así sus haces dispuestas hasta la cima del puerto. Y en las primeras haces venía Roldán, que era el adelantado de Bretaña, y el conde Anselmo, y Guiralte, adelantado de la mesa de Carlos, y otros muchos ricos y poderosos hombres. El rey don Alfonso de la otra parte con los pueblos que dijimos llegó allí hacia ellos asimismo. En todo esto Marsil, rey de Zaragoza preparó su gran hueste con cuantos moros y navarros estaban con él; y llegaron allí entonces él y Bernardo en uno contra el emperador Carlos, y se reunieron todos.
“Y Bernardo encajó en aquella hora el temor de Dios, e hirió en uno con los moros a los franceses. Y el rey don Alfonso de su parte, con aquellos que con él se encontraban, entró en la hazaña; y se revolvieron los unos contra los otros, y fue la hazaña muy fuerte y muy herida además, y murieron allí muchos de cada parte. Mas al cabo venció el rey don Alfonso con ayuda de Dios. Y dice don Lucas de Tuy que murieron en aquella batalla don Roldán, y el conde Anselmo, y Guiralte el de la mesa del emperador, y otros muchos de los altos hombres de Francia.
“Y todo esto acudía aún Carlos por el valle que dijimos, y cuando vio venir a los suyos huyendo de la montaña abajo, hizo sonar una bocina que traía. Y algunos de los suyos que huían y erraban se acogieron a él al sonido de la bocina, e incluso también los que guardaban la zaga, por miedo de Bernardo y de Marsil, pues escucharon que venían por el puerto de Aspa y de Secola para herirlos. Pero dice el arzobispo don Rodrigo que Bernardo siempre estuvo en la delantera, donde los franceses fueron vencidos como dijimos. Mas son Lucas de Tuy dice que en la zaga lo hirieron a él y a Marsil.
“Carlos, cuando vio su hueste desbaratada, los unos muertos, los otros heridos y huidos, y toda su gente desacordada, y que los españoles tenían el puerto, y no podría llegar contra ellos sin muy gran daño, con pesar y quebranto de la gente que perdiera, se volvió hacia Germania para prepararse otra vez para venir a España.”
Primera Crónica General, 619 (El capítulo de la batalla que tuvo el rey don Alfonso con Carlos, rey de Francia, en los puertos de Roncesvalles, y fue vencido Carlos). En Épica medieval española. Edición de Carlos Alvar y Manuel Alvar, Madrid, 1991, pp. 386-388.
Selección y adaptación al castellano actual de Víctor Manuel Galán Tendero.

