UNOS PROFESIONALES DE LAS ARMAS COTIZADOS, LOS BALLESTEROS.

03.11.2018 11:10

                Durante la Edad Media, las fuerzas de infantería tuvieron una importancia mayor de lo que se ha venido reconociendo hasta hace poco. La ballesta o arco franco se convirtió en una apreciada arma, que disparada desde las torres circulares de una fortaleza podía resultar letal. De hecho, tales torres se convertían en verdaderas baterías. Los ballesteros también se desplegaron en formación en campo abierto, alcanzando nombradía los de ciudades como Génova.

                En la Hispania de la Reconquista, los ballesteros disfrutaron de gran aprecio. A los de Molina de Aragón (entonces llamada de los Caballeros) se les exoneró de tributos como pechos y pedidos en 1220. Verdaderos profesionales de la guerra, llegaron a formar sus propias agrupaciones o cabildos al modo de la Baja Edad Media, con sus representantes y privilegios.

                Las ballestas todavía fueron muy importantes en los arsenales municipales de comienzos de la Edad Moderna en España, aunque en muchas de sus fortalezas no se conservaban todas en el mejor estado. Las milicias de varias localidades todavía contaron con ballesteros hasta bien avanzado el siglo XVI. Sin embargo, el fortalecimiento de la monarquía autoritaria fue parejo al aumento de la presión fiscal, pues los nuevos ejércitos requirieron mayor número de integrantes y armas cada vez más costosas, como la artillería que debía ser trasladada por grupos de expertos transportistas. Los privilegios añejos de los ballesteros peligraron.

                De todos modos, en una Castilla que estaba saliendo de la guerra civil no era prudente malquistarse con ellos, y en 1479 se reconoció la exención tributaria de los cincuenta de Molina de Aragón, representados por Lope Alfonso Salmerón. Para evitar problemas similares, se consideró oficiales reales a todos los de Castilla, libres de pedidos y monedas, en 1480. Sus representantes, como el alférez de los sevillanos, negociaron condiciones favorables, especialmente en empresas como la conquista de las Canarias.

                Su participación no siempre era ventajosa. Los cincuenta y siete ballesteros vizcaínos que tomaron parte en la armada de la archiduquesa de Austria concertaron préstamos que tuvieron que retornar con usuras en 1497.

                Precisamente en Vizcaya los ballesteros tuvieron junto con los lanceros la condición de mareantes o integrantes de una dotación naval. Un particular vizcaíno podía poner su nave y su tripulación a disposición del rey a cambio de unas retribuciones, como los beneficios de unas herrerías consignados en cédulas de vasallos mareantes. Todavía Carlos V recurrió a estos singulares ballesteros en la complicada década de 1540. Ellos, al igual que el tradicional espíritu de la caballería, se negaron a morir en la nueva era de la pólvora.

                Fuentes.

                Archivo General de Simancas. Registro del Sello de Corte, legajo 147911 (67), 148002 (2) y 149704 (283).

                Víctor Manuel Galán Tendero.