VIKINGOS EN INGLATERRA, ENTRE LA INTEGRACIÓN Y LA DISPUTA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

26.07.2025 11:18

              

               Los belicosos vikingos colonizaron importantes territorios ingleses al Norte del Támesis. Agricultores y ganaderos, además de guerreros y comerciantes, buscaron nuevas tierras para establecerse. Los de origen danés se asentaron en número importante en Mercia, East Anglia, Lindsey y Deira, en la Northumbria meridional, junto a la población anglosajona. Con una característica cerámica a torno, establecieron comunidades de cultivadores libres, que pervivieron mucho después. Se creó así el Danelaw, el país de la ley danesa, que progresivamente cayó bajo el dominio de los reyes anglosajones de Wessex.

               Durante el reinado de Athelstan, el poder de Wessex alcanzó la disputada Northumbria. La cristianización de los daneses tendió puentes con los anglosajones, y el primigenio idioma inglés tomó elementos del de los daneses. A la muerte de Athelstan en el 939, subió al trono su hermanastro Edmundo. Aunque se enfrentó a los vikingos de Dublín que trataban de imponerse en Northumbria, siguió las recomendaciones de pacificación de su consejero Dunstan. Cedió al rey de Escocia en el 945 el reino britano de Strathclyde, en la frontera northumbria, para disfrutar de paz.

               Dunstan era un sabio monje que había caído en desgracia en la corte del difunto Athelstan. Bienquisto de Edmundo, se convirtió en el abad de Glastonbury en el 945. Además de ser un reformador eclesiástico exigente que impulsó la regla benedictina en la vida monástica y el celibato de los sacerdotes, alentó las buenas relaciones con la población de origen danés. También defendió que los daneses gozaran de las dignidades del reino y que participaran en su gobierno. Gracias a ello, el danés Odón fue designado arzobispo de Canterbury.

               Dunstan ejerció un gran poder en los siguientes años, marcados por los vaivenes políticos. Cuando en el 946 Edmundo fuera apuñalado en su propio palacio durante la fiesta de San Agustín del 28 de agosto, le sucedió su hermano menor Edred ante la minoría de edad del hijo de aquél. La política de conciliación con los daneses de sus dominios no evitó el choque con el depuesto rey de Noruega Eric Hacha Sangrienta, deseoso de controlar Northumbria.

               Al morir en el 955 le sucedió el hijo de Edmundo, Edwy. Según ciertos relatos, la amonestación que Dunstan le hizo durante las celebraciones de su coronación le contrarió vivamente. En consonancia, Dunstan fue acusado de manejar fraudulentamente la riqueza del reino y se le impuso el destierro. Se quisieron deshacer sus reformas eclesiásticas, y Odón de Canterbury condujo a los daneses descontentos. 

               Dunstan terminó retornando, pero el danés Norte de la naciente Inglaterra se negó a rendir obediencia a Edwy, aceptando en cambio a su hermano menor Edgar. Se convirtió en el monarca de todos los territorios a la muerte de aquél en el 959. Sometido a la voluntad de Dunstan, un verdadero rey sin corona y arzobispo de Canterbury desde el 961, cedió a los escoceses en el 970 Bernicia, al Norte de Northumbria.

               Cuando murió en el 975, dejó dos hijos de distintas madres, Eduardo y Ethelred. La madre del segundo, Elfrida, se coaligó con los enemigos del poderoso Dunstan, como muchos nobles anglosajones descontentos de su autoridad y de la promoción de los de origen danés. En el 978 Eduardo, que sería conocido como el Mártir, cayó asesinado, y Dunstan no tuvo más opción que coronar a Ethelred, el mal aconsejado al prescindir de él.

               Mientras tanto, se habían forjado en Escandinavia importantes monarquías, deseosas de proyectar su poder en las islas Británicas. Tanto Sven Barba Bifurcada de Dinamarca como Olaf I de Noruega dirigieron sus miradas hacia la atribulada Inglaterra. Ethelred se avino en el 991 a pagarles tributo, pero en el 994 los dos reyes atacaron conjuntamente Londres, que aguantó su embestida. Solamente se retiraron a cambio del pago de 16.000 libras de plata, que se aumentaron a 24.000 en el 1001. Para satisfacerlas, se impuso el tributo conocido como el danegeld, que se mantendría durante largo tiempo, más allá de la amenaza escandinava.

               Casado en segundas nupcias con Emma de Normandía, Ethelred ordenó el 13 de diciembre de 1002 la matanza de daneses del día de San Bricio. Se ha considerado que afectó más a los mercenarios y gentes a su servicio que a las más extendidas gentes de las aldeas, más difíciles de aniquilar. En la masacre cayó la hermana de Sven Barba Bifurcada. Dominante en Escandinavia, Sven desembarcó en el 1003 en Exeter con éxito. Se convirtió en rey de Inglaterra sólo durante seis semanas.

               Al morir el monarca escandinavo, la nobleza sajona vio el cielo abierto para imponer sus criterios a un tambaleante Ethelred. En 1016 subió al trono su más enérgico hijo Edmundo, que se distinguió en la lucha contra los escandinavos en el Norte inglés. Sin embargo, las acusadas diferencias entre unas tierras y otras de Inglaterra favorecieron su partición temporal. Mientras Edmundo se convirtió en el rey del Sur anglosajón, Canuto (el hijo de Sven) consiguió el dominio del Norte danés. Al inclinarse entonces la balanza del poder del lado escandinavo, Canuto se erigió en monarca de toda Inglaterra al morir Edmundo el 30 de noviembre de 1016. En el 1018 añadió la corona danesa. Las tierras de Inglaterra formaron temporalmente parte de una amplia monarquía escandinava, conservando sus leyes sajonas. El estrechamiento de relaciones fue patente antes de la conquista de los normandos, descendientes también de vikingos, por muchas disputas que se hubieran librado.

               Para saber más.

               Nigel Ramsay, St Dunstan: his Life, Times and Cult, Woodbridge, 1992.