EL GRANITO DE ARENA DE UN SERVIDOR.

09.02.2019 15:38

¿Quién era Blas de Lezo? Es más, ¿quiénes fueron el Rey Pelayo, Guzmán el Bueno, Hernán Pérez del Pulgar, Gonzalo Fernández de Córdova, Francisco de Sarmiento, Don Juan del Águila, Don Juan de Austria, Alejandro de Farnesio, Bernardo de Gálvez, Luis Fernández de Velasco, Juan Martín Díez El Empecinado, María Pita, Jimena Blázquez o José Millán-Astray y otros más, y no necesariamente puestos en orden cronológico, que es lo que más me apena a la hora de hacer esta recopilación? Lisa y llanamente, héroes españoles, gente que ha pasado a nuestra historia patria por méritos contraídos y podrá gustar más o menos, aparecer o desaparecer de los libros de Historia, que para la inmortalidad ya han pasado. Ahora mismo, Don Santiago Abascal Conde, abanderado del patriotismo y ya veremos a ver como resulta, está defendiendo la noble causa de Don Blas de Lezo, aquel héroe que el domingo pasado, día de San Blas, cumplió su 330 aniversario, y ampara la peregrina idea de una película.

Para empezar, yo, con un consabido pensar, que no voy a pasar a desgranar, por ser ya conocido y aquí en estas líneas, se podrá adivinar, creo que a este gran héroe español, rodeado de aura y de misticismo, y no es para menos, porque cojo, manco y tuerto, consiguió liderar una Armada Española venida a menos contra la todopoderosa Armada Británica, dándole la vuelta a una situación que no era ni mucho menos favorable, no le conviene que le hagan una película. No al menos en estos tiempos que corren. Si en Estados Unidos, de quién por cierto me consta tienen una película de Don Bernardo de Gálvez para luego andar poniendo verdes por las esquinas a todo lo español, hubiesen tenido un héroe con todas las limitaciones físicas, más no de espíritu, de Blas de Lezo, no sólo dedicarían una película con incontables nominaciones, sino que ciudades enteras llevarían su nombre y hasta se pensaría que el estado 51 llevase su nombre. Aquí, en la España secuestrada, no. Si hacen una película de Blas de Lezo, o al menos una de esas miniseries de TVE, que en mi opinión, la gran mayoría resultan interesantes y altamente curiosas, su nombre quedará denostado, porque la capciosa publicidad nos presentará que un hombre gallardo, que nunca fue un lamebotas como si lo fue su correligionario el Virrey Eslava, no era más que un pendenciero. Creo yo que la película de “1898” estrenada hace tres años ya puso sobre aviso acerca de las tendencias que tienen los que deberían hacer una película buena y fidedigna a los acontecimientos históricos. Por tanto, no, señor Abascal, no conviene hacer una película de Blas de Lezo, no en estos tiempos, si no se hizo ninguna durante los años 40 y 50 que el cine español, si bien no era la panacea, al menos tenía más calidad y más dignidad que el actual, ahora no puede hacerse nada, porque será un estropicio.

Y ahora que ya he alargado la introducción, y con el ánimo de no haber aburrido a un solícito personal, he de decirles que quién empezó la sana manía de conocer acerca de esta gran figura, o al menos no empezar pero si encender la mecha, fui yo. Blas de Lezo, quién está injustamente soterrado en una fosa común, y todo porque el virrey Eslava, el máximo ejemplo de lo que es ser un chupamedias y a quién el inexorable juicio de la historia se acabará tragando, es una figura prácticamente olvidada en nuestra historia Patria.

Sí, todos conocemos las hazañas del Cid Campeador, quién tras de muerto continuaba ganando batallas, o más recientes, las de otros héroes españoles, prodigados en el mundo de las modalidades deportivas como Paquito Fernández Ochoa, Rafael Nadal o Fernando Alonso, pero nadie conocía a quién destrozó no solo en el campo de batalla, sino también moralmente y en el ánimo, a nuestros siempre enconados enemigos británicos, y ese era Don Blas de Lezo. Monedas acuñadas por los británicos conmemorando una victoria, para que después el contrincante Edward Vernon, maldijera hasta en lo más barrido a nuestro héroe. Recuerdo una visita al Museo de Cera, el cuál recomiendo visitar aún a pesar de que representen espantajos y no a quienes dicen representar, donde estaba la estatua de este gran héroe. Fue ahí, donde con determinación, y quizá con patriótica convicción, me vi resuelto a hablar de este gran hombre, y aquí en Historiarum, tenemos un artículo, emocionante, certero, acerca de este gran hombre sobre el cuál no se hizo justicia. Con solo 3.000 hombres, con otros tantos 600 indios flecheros, fue capaz de repeler a una flota de 29.000 hombres, que solo pudieron estrellarse contra una gran muralla edificada en Cartagena de Indias, una barrera que todavía se conserva.

Permítanme decirle que una gran emoción me embarga el ánimo y tengo los ojos vidriosos y llorosos a la hora de escribir estas palabras, quizá sea por la sinceridad en la que estas locuciones están saliendo hasta llevarse a término. Superado el bache emocional, decirles que también fui captado para participar en un tebeo de Blas de Lezo y al final, como se dice comúnmente, decidí echarme para adelante y no rendirme. También, un articulista de Libertad Digital, cuyo nombre no voy a mentar aquí, no ser que nos caiga una querella por infamias, plagió prácticamente todo mi artículo. Y por si fuera poco, la idea de la película, empezó a desarrollarse poco después de mi notorio interés. No sé si quizá tenga algo que ver, tampoco me arrogo algo que no conozco a ciencia cierta, quizá relacionado con el 325º aniversario de tan egregio hombre, pero casualidad del destino, en el 2009, un servidor que ya estaba bastante avispado desde mucho tiempo, no oyó nada acerca de Blas de Lezo.

Ahora, en la época de los ‘trending topics’, en la que todo se conoce desde el mismo momento en el que sale a curso, es cuando Blas de Lezo ha vuelto a ser noticia, y desgraciadamente, de la única manera en la que se puede conocer algo en estos tiempos que corren en nuestra sufriente Patria, con los cazurros atacando y los “patriotas” respondiendo.

Quedaría bien que Mel Gibson, el Mesías, interpretase a Blas de Lezo, al fin y al cabo, ambos en sus aspectos han sido grandes hombres; Jesucristo por intentar redimir a la humanidad y legarnos enseñanzas de misericordia y paz, y Blas de Lezo, por salvaguardar al Imperio Español y consagrar su vida a la Patria desde joven pues antes de los 30 años ya estaba cojo, manco y tuerto, y además cuando le anestesiaron para amputarle la pierna, le avisaron de que los métodos para adormilarle no eran los más efectivos, y él dijo que no le importaba, que a seguir adelante. Más o menos como Paquirri después de su infausta cogida en Pozoblanco en septiembre de 1984, cuando todavía consciente le dijo al enfermero que no pasaba nada y que hiciese lo que tenía que hacer. Al menos con Blas de Lezo terminó bien.

Pero, dicho esto, nuestra Patria, nuestra querida y amada España, tiene una historia rica, héroes que han engrandecido su leyenda. Nosotros hemos tenido una injustificada Leyenda Negra, merced a que los siempre benefactores británicos, para justificar sus desmanes y tropelías imperiales, se afanaron en inventarse que nosotros exterminamos a millones de indígenas, y desgraciadamente, esa tergiversación de la historia no solo extranjera, sino también interna, nos ha llegado a nosotros como dogma. Yo jamás pediré perdón por ser español, al contrario, orgulloso lo estaré siempre, y a quién no mostraré ningún atisbo de admiración es a esos que manchan nuestro buen nombre en el exterior, y se empeñan cicateramente, en hacerlo internamente. Sonará bastante utópico, y algún avezado, soltará que suena rancio, pero es conveniente educar a nuestras futuras generaciones en el patriotismo. El patriotismo, el amar a España, no se adscribe a ningún partido político, nadie puede apropiarse ese pensamiento y, por supuesto, ninguna otra formación política puede denostar este pensar y arrogando esta “despectiva” cualidad a sus contrincantes como si ellos fuesen un ogro rancio a quién hay que linchar hasta las últimas consecuencias. El patriotismo es la cualidad del bien nacido, frase que la dijo alguien a quién es imposible nombrar ahora mismo, y por supuesto, una virtud cívica. Conocer nuestra historia, nuestras singularidades, nuestra enseña, una bandera que desde 1785, y salvo el paréntesis de la Segunda República, lleva siendo oficial y que hunde su historia en la época de la Corona de Aragón. El patriotismo no es adoctrinamiento, ni nada enfermizo, porque nos podrán acusar de todo, pero jamás de faltar a la verdad. Alguien que conoce, ama y respeta a su país y a sus conciudadanos jamás será un sectario que propugne divisiones, será alguien que aparte de ser una persona culta, será buena y honrada.

El que aquí escribe, posee un proyecto propio, una bitácora llamada “Cultura Hespéride”, en honor al Jardín de las Hespérides, pues España, conocida como Hesperia, es esa isla que no está ni en África, ni en Europa, el Finisterre, el fin del mundo conocido, donde empieza la fantasía, lo desconocido. Se han mandado expediciones a las Canarias para saber si estaba la Atlántida, incluso se ha llegado a hacer con la singular provincia de Jaén, donde el que aquí escribe, tiene buenos amigos y conocidos. Perdónenme si me pongo cansino y si esta exaltación patriótica resulta demasiado impetuosa, pero nosotros nos cimentamos en nuestras peculiaridades, en nuestro carácter valiente. Cabe recordar que nosotros quitamos el “Non Plus Ultra” de nuestra enseña por el descubrimiento de un nuevo mundo que civilizamos.

No sabría que más decir, únicamente, que ahora que los nombres de héroes españoles estarán en boca de todos, tanto de los “patriotas” como de los bambarrias de siempre, que ya se ve lo educadamente que se expresan para decir que no se muestran conformes con dirigir una película acerca de la historia de Blas de Lezo, hay que reclamar, conocer la historia de estos héroes, y que yo, humilde servidor, me muestro solícito en cuan necesario sea para dar a conocer a cualquier héroe.

Y como decía el anteriormente mencionado Don Hernán Pérez del Pulgar, para estos casos, “quebrar y no doblar”, cuando le lanzó el último cántaro de agua de su guarnición a Boabdil, diciendo que antes morirían a rendirse. O como dijo el Tercio Viejo de Zamora, “ya se hablará de capitulación tras de muertos”. Que nunca se quede ahí, que siempre esté el ánimo, el intento, de engrandecer la cultura y el amor propio.

Sin más, ni más, saludos y ánimo con toda mi alma de parte de un humilde servidor y estudiante universitario, Javier Ramos Beltrán.

https://www.historiarum.es/news/blas-de-lezo-el-bravo-defensor-de-cartagena-de-indias-por-javier-ramos-beltran-/