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dmiración que producen. Pero no está permitido castigar, ni atar, ni golpear; solo pueden hacerlo los sacerdotes, y no como castigo, no por mandato del jefe, sino porque lo manda la divinidad, que, así lo creen, les asiste cuando combaten. Llevan
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enas correspondientes. (…) “Que si alguno, por temor a los malhechores, no quisiera delatarlos o perseguirlos, en esto caso se consideraría al procurador del lugar en que se hubiese c
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lmente podía llevar consigo más de dos. En el mejor de los casos, los primeros texanos podían disponer, cuando iban a caballo de tres disparos, el del fusil y los de cada una de las pistolas. (…)
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licial harto elocuente. Las fronteras entre los reinos ocasionaban un sinfín de pleitos jurisdiccionales en la Europa del Antiguo Régimen, incluso entre reinos que compartían el mismo titular coronado, algo de lo que
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un nuevo condotiero acababa de saltar. Tal era Berlusconi, aupado al poder gracias a su fuerza empresarial en el mundo del espectáculo, tan esencial en nuestra sociedad de la imagen. Los hombres de negocios volvían a
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erzas de Turena. Su gobernador, el barón de Leiden, pidió auxilio, y don Juan José de Austria pudo reunir unos 14.000 hombres, frente a los 20.000 del adversario. Dejó atrás bagajes y artillería, y avanzó con unos 5.000 soldados con rapidez. E
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contratado aquel año por el rey de España como piloto general de sus armadas. “Recibió dicho tío mío una orden del señor mariscal Brissac para que condujese los barcos en que habían embarcado los españoles de
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